EN CAMBIO, RESISTE Y SUEÑA.














Una vez buscando por un camino veredal la sede comunitaria, me explicó un viejo campesino que por esa zona nunca hubo violentos o tramposos y me señaló a las flores como gran prueba. La flor es un inequívoco símbolo de la victoria de la vida, porque allá donde hay flores la vida también quiso ser sagrada y el amor celebrado. Las flores se toman con la mano, los grandes jardines se labran y la belleza, como algo que tiene que volver a estar en nuestras búsquedas políticas, es también desatar la diversidad, la vitalidad y sacarlas del jardín. Con la candidatura de Antanas y Sergio, soñamos con caminar por jardines desatados, con el retorno de todos los colores.

Vimos una ola que nos invitaba a subirnos, a unirnos en ella, era una ola cálida que recordaba asuntos en medio de una era de rigor y olvido. Esta ola traía un barco timoneado por los amantes, ergo un Estado que no se interpondría con nuestro amor, que nos permitiría acercarnos o alejarnos del otro, un Estado que construye plazas para encontrarnos, senderos para llegar a donde nos están esperando y bancas para mirarnos a los ojos.

Verde porque necesitamos fuentes para aplacar la sed junto al otro y porque viejos y niños necesitamos una oportunidad para vencer esta fatigada soledad. No me gustan los ecologistas, porque no me gustan los apocalípticos regañones, cuando oí por primera vez la voz de los ambientalistas parecíamos ya condenados, pero qué puede haber más importante que la seductora rutina de respirar, beber, el bosque, la cascada, menos veneno, más maíz, menos cerca y más carretera. Aliméntate del odio que ofrece un mal padre o bebe de los pozos de una madre reencontrada.

En un tablero en el que escribía Fajardo cuando era Alcalde, frente a una clase de niños, decía, “estudien mucho para que sean libres”. Más tarde un joven de ese barrio me diría: esa Alcaldía, la de Fajardo, me devolvió el derecho a soñar con ese colegio bonito en un barrio que todavía era feo. Él no sabía si iba a triunfar o no, qué tan fáciles iban a estar las cosas, pero sus sueños le pertenecían, ya no había un Estado que le matara ese entusiasmo. Educación para la libertad.

Cultura ciudadana para encontrarnos también con nosotros mismos, para ser más auténticos, para ser sinceros. Cultura, no para buscar la verdad o imponérsela al otro, sino para ser verdad. Este país, inviable por estar marcado por tramposos rodeados de conformistas, que como espectadores, sin esperanza, lo ven pasar, necesita reencontrar la valentía del que no toma atajos.

La legalidad que puede parecer aburrida o descolorida es lo que nos ha faltado para dejar de chivear, de estafar, para ponernos de acuerdo y construir cosas maravillosas juntos, para que la vida gane sus batallas y la piedad busque su lugar en el corazón justo.

Cambia, cambia Colombia, yo cambio también: endereza el rumbo y vuelve a lo esencial, a las ideas inmortales, a las de los primeros abuelos y las de los niños de hoy. Encuéntrate contigo y con los otros, cúrate de esta soledad y recobra lo sagrado, se libre (frente a las miles de pequeñas ataduras).

Yo también me siento más cerca…

Cambia, cambia, cambia…

¡Resiste y sueña!